Puede que los acontecimientos se repitan, como imaginó Nietzsche. Como realidad o como ficción. Borges puso en acto (es decir, en palabras) esa fantasía, y escribió cuentos donde las similitudes no conforman metáforas sino que son acontecimientos que se repiten a distancias temporales, no ya de segundos –como en el ritmo musical-, sino a lo largo de siglos. Señales que existen porque insisten. Siguiendo la pista de esas señales, se deduce que habría un ritmo a zancadas estelares en el destino de los seres humanos y del universo. Es más, habría un destino.
Inversamente, esta hipótesis autorizaría a los poetas a divagar sobre la anticipación de los hechos. Habría signos del futuro en cada acontecimiento, por insignificante que fuere. Por esa vía, las profecías serían...