TODO/EMPANADAS
Hoy, un grupo de chicas y de chicos
disfrazados
de empanadas gigantes
irrumpió en la esquina.
Bailoteando
sobre las rayas blancas del asfalto
coincidían
con la señal roja del semáforo.
La realidad (sí, la realidad, el famoso teatro)
se baila en las esquinas
enfundada
en mazmorras de plástico
gesticulando al son de las bocinas
y los motores demorados.
Carne picada a cuchillo
para un ballet relleno
de cuerpos envasados
con los ojos ocultos en la bolsa
resilente de poliuretano.
Los miro:
soy la vecina arrollada por el cruce
del ruido y el silencio,
acodada en el balcón como si fuera
la muñeca inflada
que anuncia el lavacoches
del garage a la vuelta de casa,
y asalto lo inefable, la foto
de los cables trenzados en el aire
arriba de los cinco
bailarines satisfechos.
Cielo contaminado,
el inalámbrico susurro de las voces
entremetidas en la casa
donde duerme mi gata
-indiferente-
como si una visión con la cola enrollada
fuera mejor que mirar de frente.
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