"La vida entera puede ser sugerida por el temblor de una hoja."
Federico Fellini

lunes, 15 de diciembre de 2008

El Yo de las poetas: María Julia Magistrati

(Continúa desde la entrada anterior)
Un poema de María Julia Magistrati (del libro Alasitas, 2004), ofrece una visión personalísima de la antinomia civilización y barbarie -el duelo criollo en su versión simbólica-; ( ver "El Yo de las poetas", A.Biagioni, y entradas sobre el mismo tema dedicadas a Simpson y Lamborghini). En este caso, se trata de la antinomia mosca/mujer; el Yo de la poeta es femenino (yo/otra/ atrofiadas/ solas). En este poema, el antagonismo se establece entre la mujer y la mosca, lo humano y lo animal:

Alasitas VII


de la mosca a mí hay caminos

divisiones

señales que ni la mosca ni yo

entendemos, por eso peligramos

una de la otra.

porque nos acechamos así,

atrofiadas y solas

como cuando yo volaba

y ella tenía branquias

y entonces, como ahora,

anhelamos ser humanas.


A diferencia del lugar de frontera que postula Amelia Biagioni desde su Yo poético (que conduciría a la Unidad de los opuestos), en este poema el Yo de la que habla elige ocupar uno de los polos del antagonismo y, curiosamente, lo niega (mosca-mujer se vuelven lugares intercambiables); de este modo se niega la oposición misma. La conclusión no llega a ninguna síntesis sino que se afirma negándose: la mujer como no humana, tal vez como no hombre, sí, la negación del hombre como especie racional. La antítesis desarmada deja trascender un sentido paradojal: la diversidad de modos del ser y su mutuo desconocimiento, su negación mutua, hunden al sujeto en el vacío: no hay humanos –ni mujer ni hombre- en tanto no haya reconocimiento y aceptación de las diferencias. Una denuncia y un anhelo; llegar a ser humanos, casi una Utopía.

lunes, 8 de diciembre de 2008

El Yo de las poetas: Amelia Biagione

(Continuación de la entrada anterior)

Vuelvo a la idea -tan difundida (ver acá)- de que el duelo a cuchillo entre malevos originó las figuras de la danza del tango. La milonga misma sería una ceremonia iniciática propia de la vida rural trasplantada a los suburbios de Buenos Aires. Los hombres disputaban por cualquier cosa, por la pelea misma, y sobre todo, para ganar a una mujer. Esos cuerpos viriles, enfrentados, subsistieron en la payada como desafío verbal y se reinventan en todos los campos donde el símbolo construye una manera de ser, de estar, de persistir. La experiencia del antagonismo es creadora, fortalece el Yo de los que deben luchar, en la vida de todos los días, con un destino incierto. Entretanto, en Chile hay cantoras populares (y poetas como Violeta Parra); en Argentina, en cambio, payadores (y poetas héroes, como Leopoldo Lugones). Pareciera que el Yo rioplatense es masculino. Sin embargo, aunque las y los invisten al sujeto que habla de diferentes rasgos, de todos modos en el discurso siempre hay alguien, un sujeto que busca prevalecer, aún renunciando al yoísmo. Por eso me pregunto: ¿cuál es el Yo de las poetas? Paradójicamente, el tango, que parece actuar un duelo, al mismo tiempo reúne a los sexos incomunicados y es una frontera fluida y disponible para el encuentro de la pareja, donde la violencia simbólica y el erotismo se ponen en escena e interactúan con el lenguaje de los sentidos. La mujer ("la prenda" disputada), se expresa con el cuerpo y es frontera entre los hombres (el bailarín y el "otro" imaginario). Digo frontera, lugar donde los diferentes se reconocen, se comunican y se igualan sin dejar de ser diferentes. Preguntándome por el Yo de las poetas, descubro que también la poesía puede ser el arte de los márgenes donde los opuestos se dan cita. Yo no es el otro, ni la otra. Dice Amelia Biagioni:

Encuentro

Fue en Corrientes y San Martín /Y en un rato de otoño./Después que/el prodigioso atardecer/Borró murallas de cotizaciones/Cerró el tiempo/Y extendió un bosque lila./Allí supe/Que hay lugares sin hora/En donde el agua y el aceite/O Bach o Villa Lobos/O los pasos de los diversos/Comparten aura./En aquel bosque lila/Vi a dos hombres distintos y perennes/En sus páginas y en sí mismos,/Dos de las varias escrituras/De Buenos Aires./Inesperadamente/Los singulares, encendidos/Por los dos mundos del crepúsculo/Se divisaron en un claro,/Con ademán volando/Se saludaron en el oro,/Al lila refluyeron/Y caminaron/Alejados y acercados/Por hojarascas paralelas./Uno extraviaba entre los árboles/Su agonía quemante/Y el otro dispersaba entre los pájaros/Su agonía funámbula./Pero tendiendo./Cada uno en su letra/Y oyendo a la diversa,/Roberto y Macedonio/Desandaban/Maravillados de escucharse./Hasta que se atraparon./Hasta que cada cual se oyó en el otro./Hasta que hubo/Una sola escritura/O pasión/O senda,/Y por ella los dos se fueron.


La mujer, la “diversa” del poema, es la frontera donde los “distintos y perennes” se escuchan y encuentran una misma escritura, una utopía, la danza que la ciudad entreteje en pleno centro bursátil (San Martín y Corrientes). Macedonio Fernandez fue uno de los contrincantes de ese enfrentamiento de café con intervención mediadora de la poeta; deduzco que Roberto Arlt podría ser el otro. No importa. Es el oponente, es el Otro. Mientras, la poeta mujer –obediente al perfil asignado de “componedora” de entuertos, pero transgresora en la medida en que enuncia claramente el nudo del conflicto- habla desde el "entre", construyendo una máscara posible para su propia identidad (la diversa que habla) con la herramienta que habilita la poesía, y en este poema esa voz oficia de puente entre mundos irreconciliables llevando a la escritura la función del hogar encendido, el cobijo, señalando el “claro” del bosque, etc. etc….(sigue acá)

sábado, 6 de diciembre de 2008

El extraviado, el extravío: Leónidas Lamborghini

(Continuación de la entrada "A fin de cuentas")
Pienso y leo en paralelo. Y acá me atrevo a comparar dos poetas "incomparables": Máximo Simpson y Leónidas Lamborghini. El poema de Máximo (ver entrada del 29 de noviembre) , me trajo a la memoria a Leónidas Lamborghini. Nada que ver. Y sin embargo..., justamente, por ser poetas de la misma generación, uno lírico y el otro antilírico y paródico, es más curiosa cierta semejanza de actitudes. Y de textos. Copio El extraviado, de Leónidas, y El rastreador, de Máximo:

El extraviado

Como el que un día
leyendo el diario
se sorprende
en la sección extraviados
y quién soy
y dónde estoy se pregunta.
Como el que ve esa foto
de su rostro
allí
y reconoce su rostro
pero no se identifica
y quién soy
y dónde estoy se pregunta.
Como el que lee
sus datos de identidad
allí
debajo de la foto
de su rostro
y se identifica
pero no se reconoce
y quién soy
y dónde estoy se pregunta.
como el que intenta
hacer memoria
y toca su cuerpo y se dice
soy éste, estoy aquí
y comienza a buscarse
y no se encuentra
como ese
como ese
y quién soy
y dónde estoy se pregunta.


El rastreador

¿Dónde están las pisadas de mi pasos,
dónde están las miradas que dejé por el aire?

En pos de aquellos rastros
camino tras el puma,
el buitre, la calandria,
pruebo pasto, mastico,
huelo el viento, la brisa,
registro las raíces,
las grietas, los resquicios,
vuelvo atrás, adelante, giro en torno
del olor a pasado,
a triste antigüedad, a tardes viejas,
convoco desde el sueño las guitarras del mar,
los tambores del tiempo.

¿Quién soy yo entre tinieblas?

Yo soy el rastreador,
el que se busca.
Lo que insiste en ambos textos es la indeterminación del que habla; rastreador o extraviado, el lugar vacío del Yo crea el ...(sigue acá)

martes, 2 de diciembre de 2008

Poemitas para chicos y chicas...

Para los que tengan hijos o hijas, sobrinas y sobrinos, nietos y nietas, publico tres poemas inéditos de mi libro Cinco dedos, panza llena.
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